El verano es un tiempo propicio para la lectura, bueno quizás sería mejor decir las vacaciones, porque estamos relajados y tenemos “el tiempo” del que carecemos a lo largo del año. Este año fui un tanto caótica en mis lecturas estivales, resulto ser una especie de ensalada en la que el producto gourmet fue “La verdadera historia de Harry Quebert” de Joel Dïckson, una novela con todos los requisitos para triunfar, una construcción impecable, una historia que engancha desde la primera página y un final que no deja ningún cabo suelto.
Se sumaron otros ingredientes como “El maestro del Prado” de Javier Sierra, una novela con toques de intriga con simbología religiosa, filosófica y esotérica, con interpretaciones históricas y biográficas de personajes relevantes que me permitió conocer más a fondo algunos cuadros y algunos pintores expuestos en el Museo del Prado.
El toque del chef fue la novela de Vargas Llosa “El paraíso en la otra esquina”, que, como es habitual con este escritor, no defrauda y entusiasma siempre.
A éstos se sumaron los libros de bolsillo que llevo a la playa, por aquello del cuidado y amor con que se debe tratar a los libros, los aliños fueron una novela de Donna Leon “Amistades en las altas esferas” que no es de las mejores historias protagonizadas por Guido Brunetti, un inteligente y familiar comisario veneciano, aunque entretiene y es de lectura fácil y “El mundo” de Juan José Millás, la figura neurótica del protagonista nos da mucho que pensar acerca del escritor: “Son sus recuerdos verdaderamente o se inventa un pasado para novelarlo”.
“Un buen libro, Marcus, no se mide sólo por sus últimas palabras, sino por el efecto colectivo de todas las palabras precedentes. Apenas medio segundo después de haber leído la última palabra, el lector debe sentirse invadido por un fuerte sentimiento ; durante un instante, sólo debe pensar en todo lo que acaba de leer, mirar la portada y sonreír con un gramo de tristeza porque va a echar de menos a todos los personajes. Un buen libro, Marcus, es un libro que uno se arrepiente de terminar”.
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